domingo, 10 de mayo de 2009

Algunas Cosas Heredadas

Aprovechando que hoy se celebra el Día de la Madre en Perú, quería comentar sobre aquellas cosas curiosas que heredamos de los padres. Creo que es imposible negar que, querámoslo o no, las personas que nos criaron nos transmiten mucho más de lo que ellos planean transmitir. O a veces más de lo que a ellos les gustaría.

Por ejemplo, de mi madre creo haber heredado alguna noción sobre la correcta distribución de objetos dentro de un espacio particular. Permitanme explicarme. Desde que cumplí 15 años de edad, mi madre redecoró-reorganizó-reconstruyó la casa donde vivíamos constantemente. En muchos momentos fue exasperante, ya que justo cuando tenía que estudiar para algún examen, había alguien martillando o taladrando alguna pared. No obstante, con todo esto estoy seguro que aprendí a colocar muebles, iluminar habitaciones, escoger cuadros que combinen... o sea, decorar interiores. Ay sí, hija, otro día te cuento más.

Por supuesto, la gente que ha visto mi habitación en Valencia no estará de acuerdo, pero esto es porque no tengo tiempo ni dinero pa buscar cuadros o posters apropiados. Pero debo confesar que sufro al ver todos los días esas paredes blancas y sin gracia. ¡Algún día cambiaré las cosas ahí!

Por el lado de mi padre, queda claro que he heredado su frondosa cabellera. Pero también estoy seguro que este afán que tengo de armar un doctorado en física teórica cuando regrese a Perú está conectado de alguna manera con el hecho de que mi padre haya fundado un colegio. De forma subconsciente claro, pero seguro que algo hay.

Ahora, ¿de dónde ha venido toda esta reflexión? Todo esto empezó hace un par de días, cuando decidí cocinar mi ultra-famoso pastel de papa relleno de carne (¡recetario Nicolini corazón!). La preparación empezó muy bien, tuve listo el puré en poco tiempo, combinado con yemas de huevo y las especias respectivas. Luego pasé a freír cebollas, agregando tomate y condimentos. En el momento de agregar la carne fue que todo el desastre comenzó. Al desempacar la carne molida, descubrí que estaba negra, emanando un extraño fluido viscoso.

Puaj.

Era de esperarse. Esa carne la debía haber preparado un lunes, y ya era jueves. Mal jugado. No obstante, se me ocurrió que sería posible salvar el pastel. Había salvado de alguna forma el fetuccini a lo Alfredo, el año pasado ayudé a salvar la comida que Esther quemó, digo, cocinó para la Mari, Guilherme y para mi, y hace un mes logré salvar mi hiper-guiso de lentejas, cuando no me di cuenta que las lentejas del fondo se habían quemado. El hecho de que la carne se hubiera malogrado no debía ser un problema muy serio. ¡Tenía confianza en mi mismo!

Fue entonces que estas cosas que uno hereda de los padres me jugó una mala pasada. Resulta que en mi casa mi madre siempre compraba exactamente lo necesario. Cuando quería invitar a algún amigo a comer a mi casa se pasaba por un trámite terrible. No había suficientes presas de pollo, o no había suficiente espinaca, o no quedaban frejoles. Debía avisar con una semana de anticipación. Al final mi madre (o mejor dicho, Ycela, mi heroína en la cocina) siempre lograba ajustar el menú, y la persona invitada podía comer. Pero Dios mío, ¡qué estrés invitar a alguien!

En fin, regresando a la historia, ese día descubrí que he heredado la costumbre de comprar exactamente lo que necesito. Cuando se malogró la carne, abrí mi armario en busca de algo que la reemplazara.

Corn-flakes.... no.
Lúcuma deshidratada... no.

En el armario no estaba la solución. Abrí el refrigerador.

Mayonesa... no.
Jugo de naranja... no.
Leche... no.
Yogurt... mejor no.

La solución tampoco estaba en el refrigerador. Mi única esperanza estaba en el freezer.

Helado (obvio)... no.
Croquetas de pollo congeladas... hmmmmmmm....

En fin. No tenía opción. Agarré las croquetas, las freí, las apané, y las usé pa rellenar el pastel.

¿Resultado? Desastre. Total. Resulta que ocho croquetas de pollo no son suficientes pa reemplazar medio kilo de carne. Pequeño detalle. Terminé con un contenedor gigante de puré de papa con pedacitos de tomate, cebolla y croquetas de pollo. Genial.

Anyway, como siempre es bueno meditar y reflexionar sobre todo lo que ocurre en la vida, en vez de culpar a mi madre por haberme hecho heredar este hábito y arruinarme el pastel, pensé en todas aquellas cosas que los padres transmiten, y que nos hacen quienes somos. De una forma u otra, estas características que nos hacen seres humanos únicos y que creemos que nos definen tienen su origen en los más mínimos detalles de las personas con quienes crecimos. Estoy seguro que si nos diéramos suficiente tiempo, muchos de nosotros seríamos capaces de encontrar la influencia de los padres en prácticamente todo aspecto de nuestras vidas.

Así que ya saben a quién agradecer, o a quién culpar. Yo agradezco, a los dos, y mucho.

Pues nada. Aprovecho pa saludar a las madres allá afuera por su día. Pasenla bravazo. Y como no creo escribir un post similar en el futuro cercano, mando de paso un saludo adelantado por el día del padre, miren, así de bestia soy.

Y si alguien quiere un poco de pastel de papa, avísenme, nadie en mi piso quiso comerlo, y me sobra un huevo.